Ese sitio, esa esquina, esa calle, eso que sientes, eso que recuerdas.
Esa acera en la que tantas veces te sentaste, ese balcón testigo de tantas historias. Todas aquellas cosas que pasaron, el beso, la caída cuando ibas nerviosa porque esperabas verlo, aquel escóndite.
Hay un sentimiento, de territorialidad, ese sitio que crees que te pertenece y no. Ver a parejas ahí, ver a niños jugando, ver cómo un hombre habla por el móvil mientras fuma... Y querer volver al pasado pero a la vez intensificar las ganas de que venga el futuro, un futuro próximo o quizás lejano, un futuro lleno de secretos, misterios que irás desvelando como en una novela.
Tu propia visión. Una calle por la que la gente pasa sin fijarse en el desconchón de la esquina, en el suelo donde hay una moneda de pocos céntimos perdida y una colilla apagada con la marca de un pintalabios carmín.
Cruzar una mirada ahí, chocarte, correr, bailar por la noche, que te llueva cuando pasas por ese sitio, lo que significa todo para ti, no significa nada para otro.
Hoy significa tanto y ayer no significaba nada, y en un futuro ¿cómo será? ¿Pasaré sin recordar?¿Pasaré recordando otra cosa?¿Pasaré con alguien que me hará no fijarme?
Son los mismos los ojos los que lo ven, pero no es igual cómo lo hacen.
Porque no se trata sólo de cómo es, sino de cómo lo ves y cómo quieres verlo.
CRISTINA RAMÍREZ DE ARELLANO
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