Tengo en mi mente el paseo en barco hasta Burano y Murano, el restaurante de la esquina carca del canal y del puente donde pobré la mejor lasaña de toda Venecia, la tienda de máscaras antiguas, el museo de barcos, la plaza de San Marcos, la iglesia. También me acuerdo de aquel niño con la mirada latente sentado frente a las escaleras del hotel, las heladerías y los muchos sabores para escoger.
Volvería miles de veces allí, fue tan increíble, sinceramente, me encantó. Tiene muchísimos canales que recorrer en barquito, y es que me encantaría vivir allí, con mi novio, en una casita de una pequeña calle con nuestra propia góndola situada justo al lado de nuestra puerta. Una vida diferente, una vida sobre agua. Burano donde cada una de las casas habitadas o no habitadas tienen un color diferente, no vi ni una igual a otra, puede que si, pero de un tono más oscuro o más claro.
Es un sitio que transmite alegría a quien lo visita, tiene vida, es muy turístico, por supuesto, pero tiene su toque especial e íntimo que hay que descubrirle.
MARINA SOBRINO
No hay comentarios:
Publicar un comentario